Compartimos cuentos escritos por compañero/as de la escuela.

 

La propuesta

Giannina Flores, Andrea Salazar, Yasmín Hualloa, Brisa Saca

2º 3º TM 

Prof. Betiana Totino, edición: Eric Winer

 

Juan era un chico de catorce años que acababa de ingresar en la secundaria. No era bueno socializando, por lo que sus compañeros lo veían como un bicho raro. Comenzaron a reírse y burlarse, en especial un grupito conformado por Bastían, Emanuel, Joseph y Luis.

 Juan trataba de mantenerse alejado de los demás, pero un día, durante el recreo, Bastían y su grupito se acercaron con una propuesta:

-Oye, Juan…- dijo Bastían con una sonrisa, Juan estaba feliz que le hablaran pero al mismo tiempo temeroso que lo molestaran. -…tenemos una propuesta. Fue Luis quien continuó: -si aceptas pasar el fin de semana en la escuela te prometemos dejar de molestarte y además podrás integrarte a nuestro grupo.

Juan lo pensó, y luego con voz temblorosa respondió: -y de aceptar, ¿cómo haría? -Le podemos decir a tus padres que pasarás el fin de semana con nosotros para que no sospechen, respondió Joseph. Juan dudaba, pero Emanuel fue más tajante: -A la salida iremos con tus padres a pedirles permiso para la “piyamada”.

Ya a la hora de la salida, Juan, Bastían y su grupito fueron en dirección a su hogar. Allí los recibió Juana, la madre de Juan. La mujer se sorprendió al ver a su hijo con nuevos amigos, pero más se sorprendió ante el pedido de permiso para pasar el fin de semana en la casa de uno de ellos. Pensó que era lo mejor para su hijo y feliz aceptó.

Sobre las once de la noche del viernes, Juan estaba en la puerta de la escuela esperando un descuido del casero para entrar sin ser visto. En su mochila estaba equipado con una linterna, papel higiénico, mantas, comida y agua suficiente para dos días. Escondido detrás de una columna esperó el momento que no hubiera nadie para meterse y subir a los pisos superiores a esperar al lunes.

Una vez dentro, aprovechó para explorar el segundo piso, ya que como era de primero nunca lo dejaban subir a los pisos superiores. Le gustó explorar, era divertido. Luego se dispuso a pasar su primera noche en el aula de 2º3ª, por lo menos así decía el cartel de la puerta. Juan sacó una manta de su mochila y trató de conciliar el sueño pero, por alguna razón, no podía, quizás por los nervios de dormir en un lugar extraño. Más avanzaba la noche, más tenebroso sentía que se ponía el lugar. De la ventana se asomaban sombras extrañas. El tic tac del reloj le ponía los pelos de punta. Y de repente, escuchó una risilla juguetona. -¿Hay alguien ahí?, preguntó asustado, buscando alumbrar con su linterna el lugar de donde había provenido la risa. Nadie respondió. Juan, muy asustado, no sabía si había escuchado de verdad o era su mente nerviosa que le había jugado una mala broma. Lo cierto es que ese tremendo susto le sirvió para, algo después, conciliar el sueño.

Cuando despertó y miró la hora en el reloj que tanto la había asustado en la noche, se dijo “¡Mierda!”. Había dormido hasta las dos de la tarde. Se levantó y fue al baño a ver si estaba abierto. ¡Para su buena suerte sí lo estaba! Entró. Hizo sus necesidades, se levantó y se dirigió a lavarse las manos, se miró en el espejo y vio en el reflejo un chico que no era él. De pronto escuchó un ruido como de alguien azotando la puerta. Asustado se dio vuelta y se encontró la puerta del baño cerrada. Entró en pánico al pensar que no estaba solo. Pero luego, buscando una solución lógica se dijo que seguro había sido el viento, aunque eso era muy raro ya que las ventanas estaban cerradas. Logró abrir la puerta y salió decidido a continuar explorando el segundo piso. Así estuvo un rato hasta que empezó a sentir una mirada fija sobre él. Decidió no darle importancia, ya había explorado todo el piso y no había encontrado nada extraño, así pues se decidió subir al tercero. Pero en las escaleras empezó a sentir que un escalofrío le recorría todo el cuerpo. Esta sensación le hizo apurar el paso y subir de a dos escalones. Al llegar al último peldaño de la escalera observó que todas las luces estaban apagadas. Pensó que era algo extraño, las luces de los pisos inferiores estaban encendidas. Decidió sacar la linterna de su mochila ya que estaba oscureciendo y adentrarse en ese piso desconocido. Al llegar a la mitad del pasillo vio una puerta abierta. Le pareció un poco raro porque todas las demás estaban cerradas, pero no le dio importancia. Al acercarse creyó sentir un lamento bajito, como de un niño. Percibió una silueta extrañada y, al alumbrar vio… a un chico ahorcado en el techo. Aterrado salió corriendo y bajó las escaleras a los saltos. El lamento se hacía más fuerte. Debía ser su imaginación. Fue hacia el baño a lavarse la cara, y al verse en el espejo se vio a sí mismo ahorcado en el reflejo. Se frotó los ojos, aterrado, y cuando volvió a enfocar sintió a alguien atrás suyo. Era un cuerpo putrefacto de un joven de su misma edad que se acercaba lentamente. Juan retrocedió asustado. Se dio vuelta para salir corriendo pero la puerta se cerró frente a él. Lo último que vio fue el cadáver acercándose y susurrándole algo…

Cuando recobró la conciencia vio que estaba caminando pero no podía controlar su cuerpo. Levantó la mirada y vio que estaba en la casa de Bastían junto al resto de los bravucones. Se encontró golpeando la puerta y Joseph que abría y decía “ey, marica, ¿qué hacés acá?” y luego perdía la conciencia. La siguiente vez que abrió los ojos se encontró con todo el grupito de Bastían decapitados. Se puso en movimiento. Tenía que llamar a la policía. Al pasar frente al espejo de la habitación no pudo dejar de observarse: estaba cubierto de sangre. Salió corriendo en dirección a la escuela, por suerte vivía a una cuadra, solo quería recuperar sus cosas y volver a su casa. Por alguna razón, siempre con esa razón de extrañeza que le hacía moverse de forma automática, su cuerpo se movió de forma mecánica hacia la escuela, entró y se dirigió hacia el aula del tercer pis, donde había encontrado el cuerpo colgado. Desde el marco de la puerta del aula solo encontró una silla y una soga que colgaba, pero no había restos del cadáver. Su cuerpo se movió de forma mecánica, se subió a la silla, se pasó el nudo por el cuello, y luego se dejó caer…

El lunes lo encontraron. Entre los maestros se escuchó decir que sufría de esquizofrenia, que siempre andaba imaginando cosas y quizás por eso el suicidio.


Patricio y Carlos

Estigarribia, Tomás

4° 4°

                                                                                                             Edición: Escudero, Nicole

 

Carlos, el fletero, se dedica a este trabajo desde que tenía 14. En esos años de oficio, conoció a Patricio, ya que la familia de él es dueña de una empresa conocida y adinerada de joyería, en la provincia de Tucumán. La familia de Carlos frecuentaba bastante las tiendas de los familiares de Patricio, ahí se hicieron buenos amigos. Después de un tiempo, como suele pasar, CASI en la mayoría de amistades, y también por cosas de la vida. Las realidades de estas personas (Carlos y Patricio) eran demasiado diferentes. Patricio, entró a la empresa por su padre, y Carlos entró por negocios, también con arduo esfuerzo. Ese choque de realidades no era relevante en su amistad, se llevan genial entre ellos. Luego de varios años, volvieron a encontrarse de casualidad en un bar. Tomaron un par de tragos y se rieron toda la noche, ya extasiados y un poco borrachos, se levantaron de sus lugares y empezaron a caminar hacia la salida del establecimiento.

Ya afuera, empezaron a hablar otra vez de sus cosas, cuando de repente una luz extraña de color verde chillón o más bien, flúor, los cegó y aturdió totalmente. De un momento a otro y sin saber el porqué, despertaron en un lugar extraño, el olor era raro, TODO se volvió extraño. Cada uno estaba en una respectiva camilla, decidieron levantarse y también investigar, para ver en dónde se encontraban, no recuerdan absolutamente nada. Después de salir de ese lugar, entraron a un túnel, tuvieron que recorrerlo, extrañamente éstos túneles no tenían salida, al parecer, estaban bastante desolados. Tomaron valentía y después de pensarlo, unieron fuerzas y lograron salir de este lugar. Patearon con fuerza una puerta abismal en lo que cabe la palabra (ya que era demasiado grande), y después de tanta fuerza, tiempo y frustración pudieron abrirla, hicieron de todo. Sintieron que pasaron dos años, pero finalmente estuvieron libres. Se miraron con incredulidad y no terminaron de creerlo ¡libertad! Se abrazaron con tanta fuerza que casi terminan asfixiados, que locura. Después de este momento bizarro y extraño en todo el sentido, chequearon estar bien, y mientras regresaban a sus respectivas casas, se dijeron que esto sería bastante divertido de contar a sus familiares y conocidos.

Después de un buen rato de camino, se dieron cuenta de que las calles estaban algo ¿desoladas? Se veía poca gente en la calle. No hicieron mucho caso a eso, así que llegaron a sus casas cada uno, se despidieron y se fueron, no quedaba muy lejos una de la otra, ya que Patricio le dijo a Carlos que se mudaría con su familia cerca. Entraron a sus hogares, y se dieron cuenta que, sorprendentemente, sus cercanos no estaban. Les pareció raro a cada uno, no había nadie, estaba desolado. Un sentimiento raro llegó, prendieron la televisión de la nada, ya que algo les decía que la vean. La tele se veía vieja, la encendieron y ahí les llegó la peor noticia que podía llegar, después de todo. Pasaron ¿¡200 AÑOS!? Todo cada vez se ponía peor. Salieron corriendo de las casas, y se encontraron de vuelta, se miraron estupefactos. ¿Qué carajos? Esto no podía estar pasando. De repente, empezaron a sentirse mal, con el estómago revuelto, no saben cómo pasó, ni cómo, todo pasó en el momento y ni tiempo para reaccionar. Salieron dos cosas espantosas de sus estómagos. Obviamente ellos cayeron rápidamente al piso, estaban perdiendo mucha sangre, DEMASIADA. Esas cosas empezaron a gimotear terriblemente, era inentendible lo que decían. Carlos y Patricio quedaron tirados en el suelo, murieron horriblemente desangrados. Pero al menos, juntos.

                                                                

Amor Mío

Ustariz, Willian

4° 4°

Edición: Cruz, Danna

 

Todo comienza un día de lluvia de noviembre en el año 2022, un chico llamado Javier regresaba de la escuela como de costumbre. Él tenía 16 años de edad que cursaba cuarto año de secundaria, le gustaba escuchar música relajante cada vez que iba a hacer una tarea de la escuela, su pasatiempo favorito era jugar al fútbol, leer mangas y tocar la batería.

Era un chico muy aplicado en sus estudios, tanto así que en su salón lo consideraban un genio, sus materias favoritas eran Matemática, Lengua y Literatura y Música.

            Un día en la escuela cuando estaba hablando con sus amigos (cabe aclarar que es una persona a la que le gusta socializar) vieron a una chica que era imposible de describir ya que era muy bella, que parecía hecha por los mismos ángeles. Tenía una cara perfecta con ojos amarillos casi dorados, cabello rubio que le llegaba al final de su espalda, era tímida pero aun así algo sociable y su personalidad…bueno, aún no se sabía nada de ella ya que era la primera vez que la veían.

 - ¡Oh por dios! ¿Vieron a esa chica? -dijo uno de los amigos de Javier-, pero en eso sonó el timbre, así que se fueron del pasillo para llegar a la clase, pasó unos minutos hasta que el profesor llegó al salón, sin embargo, él venía acompañado de la chica que habían visto hacía un rato, el profe les dijo a todos sus alumnos que había llegado una nueva compañera de clases que era originaria de Japón.

  -Encantada de conocerlos, mi nombre es Sumire Kamado, espero que nos llevemos bien -dijo con un tono alegre y a la vez tímido.

            Todos se quedaron maravillados por su belleza, por lo cual ella se sonrojó y procedió a sentarse en su asiento.

            Pasaron los días y la chica conocida como Sumire le costó un poco adaptarse a su nueva escuela, pero aún con todo eso ella era muy aplicada a sus estudios que hasta ya sacaba buenas calificaciones.

            En unas de esas Javier decidió hablar con la chica, al principio no le tomaba mucha confianza, pero mientras avanzaba su conversación ella le empezó a agarrar más y más confianza. Ellos empezaron a hablar más seguido y se volvieron buenos amigos, hablaban de sus temores en la vida, sus gustos y muchas cosas más. Pero en una de esas la muy tierna pero tímida Sumire le preguntó con pena a Javier:

- ¿Te gustaría salir al parque conmigo?

Javier aceptó sin dudarlo.

            El día de la salida, ellos y sus amigos empezaron a pasear por la plaza, a caminar y recordar cuando eran niños. Hasta llegar al momento que se vieron por primera vez. Sumire y Javier se dijeron uno al otro: “qué gusto volver a verte después de tanto tiempo”, acto seguido se dieron un abrazo y un beso simbolizando que ahora son novios.

 Así Javier y Sumi caminaron hacia un bello atardecer y se prometieron el uno al otro que jamás se separarían.

 


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Javier Marini - de Martina Sobrino Reyne 1°3°