Informe sobre adictos al vino Fue durante 2016, en la casa de mi amiga Daniela, donde se sembró la semilla de mi interés por la gente que no puede vivir sin el vino, específicamente en la cocina. El sol del verano invadía el ambiente mientras compartíamos risas y confidencias. Sin embargo, un sonido familiar pero cautivador proveniente del comedor interrumpió nuestra conversación: el toque delicado de una botella de vino contra una copa. Mis sentidos se agudizaron de repente, como si aquel sonido hubiera despertado algo dormido en lo más profundo de mi ser. Me acerqué para verla, la abuela de Daniela, llamada Anita, con su presencia tranquila pero elocuente, sostenía entre sus manos la botella, sus ojos perdidos en un horizonte invisible. Al ver el temblor en sus manos y la familiaridad con la que manejaba la botella, comprendí que el vino no era solo una bebida para ella, sino un refugio constante. Anita no solo bebía una copa ocasional; su día parecía estructurarse alrededor del vi