Escritores del Urquiza AZUL ABREGÚ 4to. 3ra. Turno mañana
Debajo de la alfombra
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que estuve aquí. La cocina, los juguetes, hasta mis padres se ven más pequeños. Al pasar por los pasillos, al cruzar las puertas y al volver a sentir ese olor a limón, los recuerdos de mi infancia me invaden en un mar de nostalgia. Al entrar a mi antiguo cuarto, todo parece tal cual lo dejé. Las cortinas con formas, las sábanas con personajes y las paredes rayadas. Veo fotos de gente que ya no reconozco y encuentro ropa que ya no me cabría en un pie. Al abrir el armario, siento algo extraño justo en el fondo de mi mente. Divagando entre mis pensamientos, nada un recuerdo al que no puedo acceder, pero que este armario quiere traer a mí cuanto antes.
Continúo abriendo cajas solo por diversión; saco juguetes viejos y rotos, y río recordando la imaginación que era capaz de desatar con ellos. Mis antiguos apuntes, mis mochilas, mis raquetas de tenis. El polvo se adueñó de todo esto cuando me marché, pero ahora estoy aquí para reclamarlo de vuelta.
Saco cajas, y cajas, y cuando la alfombra azul del armario queda a la vista, se nota como en una esquina se levanta levemente. Y miro aquella abertura pasmado, congelado. Siento que el recuerdo me domina pero sigo sin saber de qué se trata. Un impulso me lleva a sacar la alfombra, sin saber si quería descubrir u ocultar lo que hubiera debajo de ella.
Y tal cual lo había dejado, allí estaban todas las palabras que nunca dije. Los recuerdos que me quise esconder, los pensamientos que quise olvidar, las acciones que quise cambiar. Ahora lo veo ante mí, extremadamente claro, extrañamente vivido. Tanto tiempo sin recordarlo, ¿olvidé quién era yo? ¿O era ése alguien más?
Me invade la memoria ese sentimiento; aquel que ya había experimentado mucho tiempo atrás. La necesidad de escapar, de renovarme, de tachar estas palabras y no verlas nunca más. Y escucho abajo a mis padres, que se acercan, y me siento pequeño y frustrado, me siento dolorido y solo, incomprendido y avergonzado. Vuelvo a guardar las palabras, muy debajo de la alfombra, y vuelvo a cerrar las cajas y ponerlas en su lugar, cubiertas de mis apuntes y mis juguetes; y cuando llegan y me miran sonriendo, les pregunto qué hay para cenar.
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