Karen Medina 4to 2da Turno Tarde Producciones Escritores del Urquiza

 

Desgracia

Desgracia

Mi vida se volvió una desgracia.

 

  Me enamoré y me casé. Dos años después nos dirigíamos al pueblo de Mondragón a visitar a mi mamá. El camino e oscuro, largo y peligroso. De pronto, a lo lejos vimos a una persona, o su sombra. Entonces  caminamos hacia esa figura para no andar solos, pero mientras más caminábamos, más detenidos nos sentíamos, parecíamos estancados. Por eso desistimos y nos detuvimos. Mi esposo quiso ir a alcanzarlo corriendo, pero la figura desapareció en las sombras. Por un momento me encontré sola cerca de un lago y aparecieron sapos alrededor, un montón de sapos. Inmediatamente regresó  mi esposo y los orinó. Los sapos desaparecieron.

Fue una trayectoria larga y extraña.

Al llegar a la casa de mis padres, mi esposo se empezó a sentirse mal, decía que no sabía qué le pasaba. Esa noche nos dormimos agotados por el viaje. Por la mañana él no estaba a mi lado

- ¿Mi amor? ¿Dónde estás? –dije casi gritando. No escuché respuesta alguna, me preocupé por él y llamé a mi familia.

Salimos a buscarlo y lo encontramos en el río, desnudo.

Nada fue igual desde esa entonces.

  Veinticinco años llevo casada con un hombre bueno y malo a la vez. . . Creo que lo digo porque lo amo mucho. Desde que fuimos a Mondragón nada fue lo mismo en mi familia, él era el que más había cambiado. Al principio, vivíamos lujosamente: mi querido esposo era un hombre responsable, trabajador . Sin embargo las cosas empezaron a ir mal, cada año que pasaba todo era peor, nos hundíamos en la pobreza.

Pasé de tener polleras de las mejores telas a vestir andrajos.

Mi esposo despertaba cada noche y se iba al río, a veces se volvía loco y rompía cosas, se volvió alcohólico y me pegaba. Mi rostro se desfiguró, estaba lleno de cicatrices que solo mis hijos podían sanar  con su presencia ese inmenso dolor.

Él estaba dominado por el diablo.

Ante tanta desolación, un día decidimos visitar a un chamán . Dijo que todo era consecuencia de los sapos ( aquellos que encontramos esa noche de camino  a Mondragón). Los sapos que simbolizaban fortuna y riqueza, pero que mi marido había desafiado al orinarles encima. Tal vez fue una maldición, pero estoy segura de  que él estaba poseído.

Un día él se volvió más loco de lo normal.  Comenzó a romper todo, era capaz de saltar muy alto y tenía una fuerza descomunal. Eso me asustaba. Mis hijos lloraban y los escondí en   una casa abandonada que estaba medianamente cerca de nuestro hogar. Sólo quería protegerlos, que él no les hiciera daño,. Jamás les pegó a ellos, pero nunca se sabe qué puede  pasar en esos casos.

Cuando regresé a casa lo vi trasfigurado, tomó un hacha y se acercó a mí. Pronto me arrastró a la orilla del río. El silencio era todo el paisaje y sólo se escuchaban  mis jadeos de dolor. Grité y los vecinos salieron a ayudarme. Podía haber muerto pero no ocurrió.

 Cuando se dio cuenta de que los vecinos venían en mi ayuda, él salió corriendo. Parece que después, vagando por el lugar encontró la casa abandonada donde estaban escondidos nuestros hijos. Ello me contaron que cuando los vio estaba aún con el hacha en su mano y levantó amenazante una piedra:ó

- Salgan o les ira peor- les gritó.

 Por suerte, para todos en ese preciso instante, él se desmayó.

El tiempo pasó y todo fue empeorando. Me sentía presa de esa vida.Tuve dos hijos más con él.

Cuatro años más tarde, mi esposo salió borracho a la calle.Cuando estaba así no veía por dónde caminaba y qué hacía.Fue así como  lo atropelló un camión. No lloré, no pude llorar, pero a pesar de toda la pesadilla que había vivido con él, lo extrañé.

Nueve hijos en total. Después de esa desgracia todos se fueron. Al principio sólo el menor se quedó viviendo conmigo, pero después también  se fue con uno de sus hermanos.

Más allá de  la locura que le poseía, no puedo hablar mal de él, sé que no es su culpa.                       De día solía llorar y pedir perdón a Dios por cómo estaba, y de noche el demonio volvía a nacer dentro suyo

Si hay algo que me enseñó la vida es a no ser rencorosa ni vengativa, a pedir y aceptar perdón. Y que nunca es tarde para ser mejor persona.

En esa época, pasé de cocinar para diez hombres, a solo hacerlo  para mí.

 De lavar la ropa de todos a solo la mía.

Los extrañaba . Extrañaba mi pequeño grupo de soldados.

- ¿Uno puede morir de tristeza? - Me pregunté un día antes de dormir, y ahora puedo asegurar que sí.

 

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